Vivir en el extranjero no es lo mismo que viajar. Puedes haber recorrido el mundo entero de vacaciones, haber visitado las culturas más remotas, haber comido lo inimaginable, haber tenido experiencias de vida al límite, pero cuando vives fuera de tu país por un tiempo razonable, te das cuenta de que lo que habías hecho hasta entonces había sido conocer los sitios de “pasada”. Profundizar en una cultura e intentar fusionarse en su sociedad como uno más, es otra historia.
Los primeros meses cuando llegué me sentía en una nube, estaba siempre alucinando, El miedo que me producía enfrentarme a situaciones fuera de mi zona de confort, el miedo a lo desconocido era muy grande, pero también tenía una gran ilusión por descubrir precisamente cada día algo nuevo.

Al principio sentía una gran admiración por casi todo, “Woooow,¡ qué trabajadores y responsables son estos americanos!, ¡qué bien organizado lo tienen todo! ¡Qué educados son! mira qué limpio está todo, qué cantidad de recursos tienen… se nota que son un país más rico...” me encantaba todo lo que veía. Vivía como en un optimismo utópico, estaba en la “cloud number 9” como dicen aquí constantemente
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También recuerdo que solía comparar mucho,“esto en España no lo hacemos así” “En mi país esto lo llamamos asá” a veces hasta detalles de lo más tontos. Las primeras vacaciones que volví a España, me di cuenta de que seguía comparando pero esta vez a la inversa “Esto en EEUU esto lo hacen así/asá”.... llegó un momento en el que me sorprendía a mí misma estar todo el día en “modo comparación”, así que conscientemente intenté dejar de hacerlo, al menos de expresarlo en voz alta.
Ahora mirando atrás en el tiempo, creo que toda esa verborrea mental formó parte del proceso de adaptación, una vez que me involucré totalmente en esta sociedad, cuando sentí que Austin se había convertido en mi segunda casa, dejé de comparar.
Una de las cosas que más me gustaba(y me gusta, mucho) era la mezcla cultural, la oportunidad que tenía aquí de conocer a gente de lugares que nunca había tenido antes el placer, lo mismo hawaianos, que japoneses que filipinos, todo el mundo tiene un origen y cultura que me interesan, y lo que más me atrae de conocerlos es la perspectiva que tengo aquí, ya que soy una inmigrante más, yo soy exótica también. No es la misma posición que tengo cuando estoy en mi país, aquí yo soy la de fuera y eso da otra visión diferente. Sobre todo me ha encantado descubrir a gente de origen caribeño y sudamericano, cubanos, mexicanos, peruanos, costa ricenses, guatemaltecos, salvadoreños, venezolanos, belicenses jamaicanos….etc, me siento muy cercana a ellos , me parece que tenemos una conexión muy familiar, enseguida nos entendemos, una parte, por supuesto la pone el idioma, pero a parte de ello, son también las costumbres, la manera que tenemos de ver la vida, de querernos y cuidarnos los unos a los otros.
Los americanos, en su lugar, me resultan individualistas. Ésto es algo que he ido descubriendo muy poco a poco. Al principio andaba un poco perdida con este tipo de actitud. A veces me parecían que por no molestar no compartían o preguntaban a los demás, a veces me han parecido egoístas, a veces me parecía que eran más introvertidos… luego he descubierto que son simplemente muy individualistas, muy acostumbrados a preocuparse por sí mismos, y no me extraña, el tipo de sociedad lo propicia. Actitudes tan simples como no saludar a los vecinos, ignorar si hay gente esperando a que alguien termine una actividad y seguir a lo suyo sin mostrar empatía por el que espera, no esperar a comer hasta que todos son servidos en una mesa ... .son comportamientos habituales en ellos… y a mí después de todos estos años, me siguen asombrando. No obstante, tengo que aclarar que esto es sólo un rasgo que de alguna manera yo he esteriotipado. También he visto y reconozco actitudes muy altruistas aquí, sobre todo en cuanto a la donación de dinero y ayuda a personas en situaciones de riesgo social. Lo cortés no quita lo valiente, en el modo de funcionar diario son muy individualistas pero eso no significa que no sean también en determinados casos, muy solidarios.
Otra de las sensaciones que recuerdo experimentar el primer año fue la confusión. Confusión en situaciones cotidianas, por ejemplo en interacciones sociales con otras personas. A veces me daba la sensación de que algo no cuajaba en las

conversaciones con los americanos, algo ¨raro¨, no sabía como explicarlo, pero yo me daba cuenta por sus reacciones que había un click ahí que faltaba algunas veces, o algo que pasaba que yo no pillaba, no sabía si era mi lenguaje, trataba de alejarme al hablar, respetar el espacio personal….ahora creo que sé a qué se debía, me he dado cuenta de que quizás era muy”bruta” o mejor dicho “muy directa” para lo que están acostumbrados aquí, incluso quizá ellos lo vean como “maleducada”. En España damos por válidas las reacciones automáticas que tenemos ante las cosas, la impulsividad, somos muy directos, estamos acostumbrados a la crítica constructiva o a veces no tanto y a encajar según qué comentarios. Aquí no, todo es mucho más suave, mucha simpatía, respeto y mil vueltas de rodeos antes de entrar al grano y decir las cosas como son. Hay que ser muy cauteloso con el lenguaje que utilizas, la susceptibilidad es mucho mayor aquí que en nuestro país, eso es algo en lo que me he curtido con el tiempo y ahora mi manera de dirigirme a los demás es mucho más dulce, me he fusionado un poco más con ellos en este aspecto.
Los primeros meses era común también sentir desconcierto ante algunas situaciones. De alguna manera uno espera que las cosas diarias funcionen y se resuelvan de la forma que conoces, de la manera que estás acostumbrado a experimentar, es un proceso casi inconsciente el tener esas expectativas y se siente mucho desconcierto cuando no sucede así. Me han ocurrido cosas muy fuertes, como ser estafada por un vendedor de coches, o engañada por un ¨gruero” por confiar en la palabra y en la seriedad de la gente, aunque no voy a poner éstos como ejemplos de este desconcierto, más bien creo que ahí pequé de confiada. Voy a ilustrar el desconcierto con un ejemplo más banal. El primer día que pisé mi clase, vi un teléfono, ¿Un teléfono?¿En una clase? ¿Para qué? ¿Qué inconveniente, no? Pues ahí no quedaba la cosa, lo peor era su disponibilidad., el teléfono está para que te llame quien quiera, cuando quiera, padres de alumnos, conserjes, secretarias de la oficina, directora…a cualquier hora, para hablarte de lo que en ese momento se necesite. Da igual si estás en mitad de una clase dando tu lección o si estás resolviendo un conflicto entre niños, se espera que atiendas la llamada prioritariamente, si la clase se revoluciona mientras tanto, no se contempla. Por supuesto, al principio me estresaba esa situación. Of course! Como la experiencia es la madre de la ciencia os confieso que a día de hoy, lo tengo desconectado. Me ahorro ese pequeño “inconveniente”. Si alguien me dice algo, siempre me hago la tonta, Äy perdona! no me había dado cuenta!¨ llámame al móvil la proxima vez anda!!
Supongo que las sensaciones e impresiones al comienzo de estar viviendo en un país extranjero variarán dependiendo del destino a donde se viaje y de las experiencias vividas por el protagonista en cuestión. Éstas a grandes rasgos fueron las mías, pero estoy segura que cada persona lo vivimos de manera diferente.
Me quedo con eso, con mi sensaciones favoritas del primer año, sentir que estaba de vacaciones, viajando continuamente, y parecer una niña con zapatos nuevos cada día con todo un mundo nuevo por descubrir.