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FUERA DE LUGAR

Updated: Jun 2, 2023

Marzo de 2023.

Aterrizamos en Belice. Estamos de vacaciones. Hemos elegido este destino porque nos encanta la naturaleza, el buen tiempo, la playa y sumergirnos en el agua para explorar el fondo del mar y sus maravillas haciendo snorkeling. Nada más aterrizar en la Ciudad de Belice, nos dirigimos hacia la zona de coches de alquiler, todo funciona según lo previsto; incluso el sueño, nos hemos levantado a las 3 am esta mañana en nuestra casa de Austin para comenzar esta aventura. Belice no está lejos de Texas, en realidad es un vuelo de dos horas y media, tres, pero los horarios de los vuelos, ya se sabe… no se pueden elegir.





Montada ya en el coche y en ruta hacia nuestra ciudad destino, Plasencia, me pierdo en mis pensamientos observando el paisaje; la jungla, tan impresionante, tan magnífica, tan verde… y de repente…¨¡Pam!¨ aparece en mi mente la imagen de Chester, uno de mis alumnos más problemáticos este año. De pronto siento… que todo encaja perfectamente; éste es su lugar, puedo sentirlo. Al igual que a él, veo a otros muchos de mis alumnos… “They belong here” pienso, pertenecen a este lugar, en todo el sentido de la palabra. No es que mis alumnos sean todos de Belice, pero sí de países fronterizos como Guatemala, o cercanos como Honduras, El Salvador o México.


Pienso en todos ellos, y en lo difícil que nos es, en la mayoría de los casos, lidiar con sus comportamientos y conductas conflictivas en la escuela, y de repente, ahora, todo cobra sentido.


Siempre he empatizado con el proceso migratorio; más aún desde que yo me convertí en una migrante (aunque de manera cómoda y privilegiada). Siempre he pensado que si para mí, ha resultado difícil y duro en algunos momentos, más lo tiene que ser para los niños, que no deciden por sí mismos y están indefensos, no tienen los recursos que tenemos los adultos, al menos, psicológicos para echar mano de ellos cuando lo necesitamos.

Anteriormente también he viajado por otros países de los cuales proviene una alta tasa de inmigración en los EEUU; pero no sé qué me está pasando en Belice, que mi corazón está empezando a conectar muy directamente con los sentimientos de rabia, enfado, y confusión que a veces observo en mis alumnos o en sus conductas.


Hoy es miércoles, día de escuela, y ya hemos cruzado varios pueblos en los que se veían sus colegios y a algunos niños en el recreo… recreos paradisíacos, niños jugando partidos de fútbol rodeados de enormes palmeras tropicales. Seguimos nuestro viaje, pasan 2 horas, ya se ha acabado la jornada escolar; ahora veo niños en bicicleta, 3 niñas con uniforme comprando cocos en un puesto callejero. Al frente de una casa, una abuela coloca una hamaca en un árbol para que se eche su nieta… ¿De verdad? ¿De verdad a muchos de mis alumnos les ha robado la vida todo ésto para traerlos a un mundo de hormigón y asfalto en EEUU? ¿Para tenerlos en una escuela 8 horas al día estudiando contenidos para un test que carece absolutamente de sentido para ellos? ¿Para el día de mañana aspirar a un trabajo en la construcción o como dependientes de McDonald´s? (porque desgraciadamente así es, como decía una compañera mía americana, el sistema está diseñado para la prosecución de las castas). Yo también me estoy empezando a enfadar, pero mucho, más que mis alumnos...


Sé que las razones que impulsaron a estas familias a emigrar son de peso. Tengo mil historias que me han contado niños y otros adultos que lo avalan, pero aún con todo no puedo dejar de preguntarme “¿merece la pena?” El dolor, el trauma, la pena que pasaron dejando su casa, sus raíces, sus amigos, su escuela, lo conocido, el viaje, los peligros, los miedos que han pasado, las situaciones a las que se han enfrentado, para luego caer…aquí, en un sistema educativo como es el americano y vivir conforme a unas reglas y unos modos de relacionarse que no son los suyos.


Voy a contar dos historias, dos migraciones de dos alumnos míos actuales. Aunque tengo muchas más guardadas en el cajón… .y eso que sólo soy una profesora de Primaria. Puedo imaginarme la de historias que tendrán otros especialistas o profesionales que estén más íntimamente relacionados con el mundo de la inmigración.


Empecemos por Chester. Vivía en Guatemala, con sus padres, y sus dos hermanos, una bebé y un hermano 3 años mayor. Su padre era el mayor narco de una ciudad llamada “x”, Chester lo sabe muy bien, pudo sostener todas las armas que tenía su papá y con orgullo te habla de cuál era la más pesada y la más ligera. También cuenta sin ningún tipo de pudor o filtro como presenciaba el maltrato que su padre daba a su madre, hasta que un día ésta se hartó y salió con su bebé de casa rumbo a EEUU. Al tiempo un vecino pasó por Chester y su hermano, se iban de viaje a reunirse con su madre. Dos niños de 9 y 12 años se embarcaron en un viaje a pie, en carro y tren con un grupo de adultos que ni conocían “comimos ardilla asada” me cuenta en el patio de nuestro recreo que estamos rodeados de ardillas y bellotas. Cuando llegaron a la frontera, los adultos que iban con ellos “los soltaron”, y enseguida al ser menores en EEUU les dieron asilo. ¨Las consejeras del campamento nos trataron muy bien” cuenta Chester “nos daban de comer y una cama, lo malo que cogimos el COVID; así que tuvimos que pasar un mes allí. Al final, un día hablé con mi madre por teléfono y al día siguiente nos montaron en un autobús rumbo a Austin a reunirnos con ella”. Esto sucedió el verano pasado.


Bruno, es más reservado. Él vino aquí con su padre. En Guatemala se quedaron su madre y su hermana pequeña. Aquí, él vive con más gente en un apartamento, y me cuenta que su habitación es la cocina, por eso siempre viene a la escuela con sueño. En su casa hay gente que llega más tarde de las 9pm y se tienen que poner a cocinar la cena; nunca sabe a qué hora se fue a dormir la noche anterior. Él vino andando con su padre y a veces conseguían que les llevasen en carro dice; bajo ningún concepto su padre quería que cogieran el tren. En el camino, que duró 15 días, sólo come galletas que compraban en las gasolineras; “¡Y mi padre no comió ni una!” (dice refiriéndose a él como a un héroe). Ahora ya he aprendido que preguntarle por su madre es tema tabú. Se cierra en banda, se me queda mirando y no contesta.


(Menos mal que no cogieron el tren, pienso yo). He conocido a niñas que fueron abusadas sexualmente en la travesía. “La Bestia” lo llaman. Las primeras veces que oí hablar de él, fue a unas niñas de Infantil, creía (En mi ignorancia snob), que el nombre se lo habían inventado ellas. Luego empecé a investigar y leí sobre este ferrocarril que cruza México y lleva a muchos inmigrantes colgados de sus techos y entre vagones hasta su frontera con EEUU, a veces también se lleva por delante sus vidas, o un brazo o una pierna de sus protagonistas. A éste respecto, si os interesa el tema os recomiendo el libro de Óscar Martínez titulado precisamente “La Bestia”.


Normal que ahora mis alumnos no estén adaptados en EEUU. Después de un trauma así, viniendo de donde vienen, es mucho pedir para cualquier cuerpo, para cualquier mente. Si yo fuera Chester o Bruno, estaría mucho más rebotada que ellos.


Insultos a otros niños, conflictos, peleas, robar la comida a otros compañeros, orinarse fuera por todo el baño, agujerear los bolsillos de la chaqueta, morder los cuellos de sus sudaderas…. son manifestaciones del descontento que llevan dentro y no saben cómo expresar o por dónde canalizar. Ahora yo ya no batallo porque se quiten la capucha en clase; he entendido que eso les da seguridad, privacidad, protección. Les ofrece la posibilidad de aislarse de este mundo por un momento si quieren. He entendido que para conseguir que no se orinen fuera en el baño, es mejor pedírselo con amabilidad, les cuento que soy yo la que lo tiene que limpiar a final del día y que si me aprecian algo que me lo eviten, y sorprendentemente…¡funciona! Pero yo no me siento preparada para ésto; creo que se requiere la ayuda de una psicóloga o una Trabajadora Social en estas aulas.


Una mañana, Antony llegó a clase y tal y como abrió la puerta, se puso en frente de todos a gritarnos. ¿Razón? no lo sabemos; el resto de los niños lo miraban atónitos, ni siquiera entendíamos lo que nos estaba diciendo. Me lo saqué fuera, al pasillo, hice unas cuantas respiraciones con él, creo que le estaba dando un ataque de pánico. Llamé a su casa, nadie contestó. Antony no tiene padre, su madre trabaja por la noche en la limpieza y de día duerme. Cuando días después logré contactar con ella, la mamá se me echó a llorar diciéndome que no sabía cómo ayudar a su hijo. Salieron de Perú hace años, éste es el tercer país al que migran. Al padre, lo perdieron en el camino.


Todas éstas, son historias que pertenecen a niños. Me hacen pensar en mi infancia y en lo afortunada que he sido. También tengo mucha suerte como adulta, la posibilidad que tengo de elegir si estar aquí o no. Mrs.S es una compañera mía. Ella me cuenta que en su Cuba natal era farmacéutica; aquí no le reconocen sus estudios, sólo puede ejercer como sustituta de profesores, y está agradecida. Sus padres se gastaron los ahorros de toda su vida en pagar su visado y este viaje. Eso ocurrió hace 7 años, desde entonces ya no los ha vuelto a ver. Cuando se convierta en ciudadana “ya podrá viajar”, me dice esperanzada.

También Mrs L., ella mientras pasa la fregona por mi clase, me evalúa a todas las maestras; ella era profesora en su país; aquí ha conseguido ser la señora de la limpieza de una escuela “Gracias a Dios” me dice.


EEUU está a otro nivel de inmigración que Europa. Al menos en los estados del sur, alrededor del 25% de los habitantes de Austin son inmigrantes, con o sin papeles. Todo está muy mezclado, etnias, idiomas, costumbres, casuísticas, y todo el mundo tiene una historia detrás que contar. Entonces pienso en España, en Europa,en la inmigración allí, y me acuerdo de Meloni, la primera ministra italiana, por ejemplo y su repulsa a los inmigrantes, su rechazo a acoger las embarcaciones que llegan a sus costas o navegan en sus “dominios”, y sólo me viene una palabra a la cabeza “HUMANIDAD”. Cuando una persona decide arriesgar su vida por buscar un futuro mejor, os aseguro que es porque era lo único que le quedaba, porque ha agotado antes otras posibilidades existentes. Emigrar es una decisión y condición posterior de vida muy exigente. Nunca vas a ser de aquí, ni de allí. En el país de acogida siempre vas a estar de más.


“Vienen buscando quitarnos el trabajo a los de aquí y para aprovecharse de las ayudas sociales que dan nuestros gobiernos”. Ahora no me voy a meter en debatir cómo está organizado el mundo, a favor de sólo unos pocos, pero éstas asunciones que tanto se oyen en la calle me enervan. Como si emigrar en estos casos hubiera supuesto un viaje en crucero en 1º clase, llegar a firmar un contrato de trabajo multimillonario y tener una casa y un coche de alta gama. No digamos que son los primeros en operarse de sus afecciones de salud en la lista del sistema sanitario del país de acogida, y además gratis!!!

¡Vamos hombre!¿Pero de qué estamos hablando? Me vienen a la mente una película y un libro muy buenos que tratan estos temas y que recomiendo fervientemente. La película se llama “Swimmers” , y el libro “Viaje al país de los blancos” de Ousman Umar, increíble, una historia fascinante. Ambos están basados en hechos reales, dignos de ser contados, de quitarse ante ellos el sombrero. Y la de cantidad de otras relatos de vida que hay por ahí y que no conocemos.


También he escuchado varios podcast relacionados con este tema muy interesantes. Recomiendo El Ep.71 de Psicología al Desnudo, titulado “ Duelo migratorio; el lado B de vivir lejos de casa”, habla más levemente de la migración y los sentimientos y emociones que se nos generan cuando estamos fuera de nuestro país de origen y cómo elaborar esos duelos.


Me considero una persona tolerante y respetuosa con todas las opiniones en general, pero con este tema me radicalizo un poquito, lo siento, pero no entiendo a quien juzga sin saber.



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