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EVALUACIÓN CONTINUA DEL PROFESORADO

Updated: Dec 4, 2022

Una de las cosas de la escuela que más interesante me pareció desde el principio, y a lo que he dedicado mucho tiempo de reflexión, es su sistema de evaluación continua del profesorado.


Me genera mucho debate interno. Por un lado, me parece una gran idea. Por otro, creo que hay que tener una buena autoestima profesional como para acoger y abrazar este método de evaluación y entenderlo como una ayuda en la práctica.


Cuento como funciona.


Todos los años, a comienzo de curso, cada docente tiene que presentar un proyecto personal. Este proyecto incluye sus objetivos en cuanto a crecimiento profesional docente, y las metas de aprendizaje que se plantea con sus alumnos. Dicho proyecto es evaluado por un “Appraiser”, suele ser el director o subdirector del centro. El appraiser se dedicará durante todo el año a hacer un seguimiento del desempeño del maestro y de la consecución de su proyecto.


Diría que la parte fácil es la evaluación del profesor a su alumnado. Se debe de pasar un test a los estudiantes a principio de curso y el mismo al final para así comparar los resultados y poder atestiguar que ha habido un crecimiento, un aprendizaje.


La parte más ardua o significativa de la evaluación son las observaciones al profesor. El appraiser o cualquier persona de la administración o del distrito nos visitan cuando estamos dando clase, nos observan, y después en una reunión particular, nos dan feedback de su análisis. Las observaciones a veces son programadas, y a veces no, pueden ser por sorpresa (los llamados “walkthrough”).


Se me dibuja una sonrisa en mi cara recordando las primeras veces que entraban en mi clase a observarme. Claro, acostumbrada a nuestro modo de funcionar español, fuera quien fuera, saludaba y les presentaba a los niños a esa persona que había entrado en nuestra clase… Luego ya me enteré que no, que cuando entran a observarte hay que hacer como si nada, como si nadie hubiera entrado en el aula, ignorarlo por completo. Y todo tan normal, ¡oye!, fluye y sigue con tu clase, mientras el appraiser te observa tomando notas de lo que haces y de lo que hay colgado por la clase (o de lo que no hay).


Normalmente, al final del día de una observación recibes un email de feedback, y aquí viene cuando es importante, como decía al principio, tener una “buena autoestima profesional”. En las primeras observaciones recuerdo sentirme “herida” al leer apuntes que decían que podía mejorar algo o cambiar. Incluso me enfadaba, y airada pensaba “¿cómo me puede decir esto a mi esta persona si lleva 5 años trabajando y yo 17?” Conforme el tiempo ha ido pasando y he ido acumulando más evaluaciones a mis espaldas, se ha convertido incluso en algo muy interesante para mí. Despierta mi curiosidad saber lo que otra persona piensa de mi práctica, y aplico y pruebo, si me apetece o lo considero, los consejos posteriores a la observación ¿qué pierdo por probar? Nada. Siento que he aprendido muchas cosas.


Pero… ¿qué es lo que realmente me gusta de este sistema?


Me gusta tener la sensación de que hay un control, que nadie puede empezar a ser maestro-funcionario en el año 1990 y no ser evaluado en los 40 años siguientes de su dedicación.

Me gusta tener un feedback de otra persona que me ha visto dando clase, que podré coincidir más o menos con su opinión pero que al final nos hace reflexionar sobre la propia práctica.

Me da esperanzas de que si realmente hay un maestro pésimo, alguien lo va a ver en acción, y supongo, se tomarán cartas en el asunto.


Además tiene una compensación económica. Si el crecimiento anual del profesor es “x”, al año siguiente se cobra un incremento salarial correspondiente, ¡no está nada mal!, ¿no?


Lo único que me chirría un poco de todo esto es que tengo que admitir que a veces me he sentido como una niña. Como una alumna en lugar de como una profesional. Supongo que no sólo es la observación y todo lo que conlleva el proceso, sino que también a eso se le añaden muchos otros detalles del funcionamiento diario que contribuyen a que me sienta así. Pero hay días en los que en lugar de ayuda y observación con espíritu crítico, me siento vigilada y como si no se confiara en mi responsabilidad profesional, como si pensaran que nos tienen que vigilar para que los maestros cumplamos y nos “portemos bien”.




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